La competencia y el estrés comienza en el salón de clases y se hace extensivo en la actividad profesional.
(PD/Agencias).- En los pasillos de la librería Elmer Holmes Bobst, de la Universidad de Nueva York, o en muchos centros académicos por excelencia como Harvard, la mayor parte de sus estudiantes deambulan, Red Bull en mano, camino a las largas sesiones de estudio en las que dormir no entra dentro de la agenda.
Escribe José Lusís de Haro en ABC que, aun así, el clásico nerviosismo desatado por la llegada de la temporada de exámenes se ha visto aplacado por la creciente demanda de medicamentos estimulantes como el Adderal, que han sustituido con ventaja a la cafeína como el clásico compañero de estudio.
Esas nuevas píldoras, que actuarán como «cosméticos cerebrales», serán tan comunes como tomarse una taza de café, según estudios científicos contarán con «muy pocos efectos secundarios» y, sobre todo, no crearán adicción, algo que, de momento, no ha sido probado al cien por cien.
Mediante la ingesta de estas drogas, cualquier persona podrá tomar mejores decisiones en su trabajo, evitar los molestos lapsus de memoria o, incluso, aprobar exámenes sin gran esfuerzo.
El problema es que esta milagrosa familia de fármacos todavía no está perfeccionada y no se ha puesto a disposición del consumo masivo. Sin embargo, en este lado del Atlántico, muchas personas, en especial estudiantes universitarios, consumen como si fueran un entremés los medicamentos que han inspirado a los científicos a crear esta panacea mental.
Varios informes realizados en EE.UU. aseguran que al menos el 30% de los universitarios norteamericanos emplean drogas estimulantes para superar sus estudios, un porcentaje alarmante que sigue al alza año tras año.
Esta nueva adicción viene liderada por medicamentos como el Adderall o Ritalin, empleados para tratar desórdenes mentales como la falta de atención.
En las entrañas de Harvard, el uso de estos fármacos, que sólo pueden conseguirse mediante prescripción médica, está a la orden del día y ha desarrollado un verdadero mercado negro. Por ejemplo, Ryan, un estudiante en su último año de carrera fue diagnosticado con falta de atención a su llegada a la Universidad por lo que comenzó a consumir Adderall con supervisión médica a cambio de 10 dólares por cada bote de pastillas.
El propio joven reconocía al periódico «The Crimson», que no ha podido evitar compartir con sus compañeros los milagrosos efectos de dichas píldoras y confirmaba la posibilidad de poder acceder a ellos de forma ilegal, sin problemas.
El a logrado una noche en vela a cambio de 10 dólares, una cantidad irrisoria que incluso es menor que lo que costaría abastecerse de Coca Cola, café y Red Bull para una intensa sesión de estudio.
Actualmente, muchos quieren taparse los ojos ante este serio problema afirmando que sólo el 3% de los estudiantes son adictos a este tipo de pastillas. Aun así, el último estudio realizado por la Universidad de Maryland asegura que el Adderall es la droga más accesible dentro del campus, por detrás de la marihuana y alcohol.
(PD/Agencias).- En los pasillos de la librería Elmer Holmes Bobst, de la Universidad de Nueva York, o en muchos centros académicos por excelencia como Harvard, la mayor parte de sus estudiantes deambulan, Red Bull en mano, camino a las largas sesiones de estudio en las que dormir no entra dentro de la agenda.
Escribe José Lusís de Haro en ABC que, aun así, el clásico nerviosismo desatado por la llegada de la temporada de exámenes se ha visto aplacado por la creciente demanda de medicamentos estimulantes como el Adderal, que han sustituido con ventaja a la cafeína como el clásico compañero de estudio.
Esas nuevas píldoras, que actuarán como «cosméticos cerebrales», serán tan comunes como tomarse una taza de café, según estudios científicos contarán con «muy pocos efectos secundarios» y, sobre todo, no crearán adicción, algo que, de momento, no ha sido probado al cien por cien.
Mediante la ingesta de estas drogas, cualquier persona podrá tomar mejores decisiones en su trabajo, evitar los molestos lapsus de memoria o, incluso, aprobar exámenes sin gran esfuerzo.
El problema es que esta milagrosa familia de fármacos todavía no está perfeccionada y no se ha puesto a disposición del consumo masivo. Sin embargo, en este lado del Atlántico, muchas personas, en especial estudiantes universitarios, consumen como si fueran un entremés los medicamentos que han inspirado a los científicos a crear esta panacea mental.
Varios informes realizados en EE.UU. aseguran que al menos el 30% de los universitarios norteamericanos emplean drogas estimulantes para superar sus estudios, un porcentaje alarmante que sigue al alza año tras año.
Esta nueva adicción viene liderada por medicamentos como el Adderall o Ritalin, empleados para tratar desórdenes mentales como la falta de atención.
En las entrañas de Harvard, el uso de estos fármacos, que sólo pueden conseguirse mediante prescripción médica, está a la orden del día y ha desarrollado un verdadero mercado negro. Por ejemplo, Ryan, un estudiante en su último año de carrera fue diagnosticado con falta de atención a su llegada a la Universidad por lo que comenzó a consumir Adderall con supervisión médica a cambio de 10 dólares por cada bote de pastillas.
El propio joven reconocía al periódico «The Crimson», que no ha podido evitar compartir con sus compañeros los milagrosos efectos de dichas píldoras y confirmaba la posibilidad de poder acceder a ellos de forma ilegal, sin problemas.
El a logrado una noche en vela a cambio de 10 dólares, una cantidad irrisoria que incluso es menor que lo que costaría abastecerse de Coca Cola, café y Red Bull para una intensa sesión de estudio.
Actualmente, muchos quieren taparse los ojos ante este serio problema afirmando que sólo el 3% de los estudiantes son adictos a este tipo de pastillas. Aun así, el último estudio realizado por la Universidad de Maryland asegura que el Adderall es la droga más accesible dentro del campus, por detrás de la marihuana y alcohol.