La vida en la primera semana de la Influenza A/H1N1
Calles sola y llena,
Las calles se encontraban solas de personas, y las pocas que se atrevían a salir lo hacían con cubre bocas y caminando lo más rápido que podían, entre vecinos solo nos veíamos asomados por las ventanas unos a otros y no por mucho tiempo tal ves porque nos pudiéramos contagiar por la vista. Nuestras manos antes suavecitas como de porcelana nos ardían de tanto lavárnoslas.
Encerrados en casita, platicamos, convivimos, jugamos y sobre todo nos fletamos en TV las dos primeras series completitas del Doctor House, y al saber que nos llevaría otra semana de encierro voluntario me fui a comprar la de LOST.
Por ser fin de mes tuve que salir a realizar pagos de tarjetas y como no permitían muchos clientes en el interior del banco pasábamos de uno en uno ya que dentro del banco se tenía que estar a 1.5 metros de separados entre clientes. Pero afuera estábamos apiñonados en la pequeña sombra que nos daba la pared del banco con una distancia entre clientes de no más de 40 cm. Intercambiando miedos y desconocimiento de lo que realmente pasaba.
En las tiendas departamentales se agotaron los cubre bocas, detergentes líquidos para manos, espray, gel y toallas desinfectantes (y hasta la fecha no los encuentro), en el departamento de frutas y verduras teníamos que llegar temprano antes que arrasaran con los limones, naranjas y zanahorias, pero hay que reconocer que los precios no se modificaron, y si no alcanzábamos ese día, al día siguiente ya tenían en existencia a primera hora. Y lo más agradable era que cuando se acercaba una promotora de tarjetas, fotos, galletas o lo que fuera no necesitabas decirle que no 3,4,5 veces, solo tocías y hacías el aspaviento de estornudar y salía corriendo y te dejaban libre y tranquilo. Lástima que los mordelones…… perdón Oficiales de Transito no se amilanaban con el estornudo y la tos porque de inmediato nos amenazaban con llevarnos al seguro donde si era seguro que nos enfermaríamos.
Las calles se encontraban solas de personas, y las pocas que se atrevían a salir lo hacían con cubre bocas y caminando lo más rápido que podían, entre vecinos solo nos veíamos asomados por las ventanas unos a otros y no por mucho tiempo tal ves porque nos pudiéramos contagiar por la vista. Nuestras manos antes suavecitas como de porcelana nos ardían de tanto lavárnoslas.
Encerrados en casita, platicamos, convivimos, jugamos y sobre todo nos fletamos en TV las dos primeras series completitas del Doctor House, y al saber que nos llevaría otra semana de encierro voluntario me fui a comprar la de LOST.
Por ser fin de mes tuve que salir a realizar pagos de tarjetas y como no permitían muchos clientes en el interior del banco pasábamos de uno en uno ya que dentro del banco se tenía que estar a 1.5 metros de separados entre clientes. Pero afuera estábamos apiñonados en la pequeña sombra que nos daba la pared del banco con una distancia entre clientes de no más de 40 cm. Intercambiando miedos y desconocimiento de lo que realmente pasaba.
En las tiendas departamentales se agotaron los cubre bocas, detergentes líquidos para manos, espray, gel y toallas desinfectantes (y hasta la fecha no los encuentro), en el departamento de frutas y verduras teníamos que llegar temprano antes que arrasaran con los limones, naranjas y zanahorias, pero hay que reconocer que los precios no se modificaron, y si no alcanzábamos ese día, al día siguiente ya tenían en existencia a primera hora. Y lo más agradable era que cuando se acercaba una promotora de tarjetas, fotos, galletas o lo que fuera no necesitabas decirle que no 3,4,5 veces, solo tocías y hacías el aspaviento de estornudar y salía corriendo y te dejaban libre y tranquilo. Lástima que los mordelones…… perdón Oficiales de Transito no se amilanaban con el estornudo y la tos porque de inmediato nos amenazaban con llevarnos al seguro donde si era seguro que nos enfermaríamos.
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